jueves, 10 de febrero de 2011

¿Qué es el objeto sonoro? La fenomenología del sonido en Pierre Schaeffer


Por Francisco Rivas


Texto presentado durante el Homenaje por los 100 años del nacimiento de Pierre Schaeffer, Museo de Arte Moderno, Rijeka, Croacia, Octubre 2010


El objeto –él- existe en mi cabeza, P. Schaeffer


Antes de comenzar quiero agradecer la gentileza de los organizadores de esta conferencia por haber mostrado interés en mi trabajo y aportar las facilidades para poder reunirme e intercambiar con todos los integrantes de este foro, con quienes comparto la admiración y respeto por el inigualable trabajo de Pierre Schaeffer.

Continuando los temas que con tanta pasión y avidez cultivó quien, me parece, es uno de los más grandes teóricos del sonido de todos los tiempos, realizamos su más digno y justo homenaje, hoy que conmemoramos el centenario de su nacimiento.

No creo exagerado decir que la gran aportación de Pierre Schaeffer, entre muchas que se le pueden atribuir, consiste en haber introducido el enfoque fenomenológico en los estudios sobre el sonido. Es una aportación de amplio calibre, revolucionaria, que transforma completamente el panorama de comprensión sobre nuestra relación con el sonido –musical o no- y que, aún vigente, no deja de plantearnos nuevas interrogantes y de estimular todo un caudal de investigación que se detona a partir de su ambicioso programa.

Escucha reducida, epojé, intencionalidad, correlato sujeto-objeto, unidad perceptual, actividad de la consciencia, son algunas de las categorías que Pierre Schaeffer extrajo de la disciplina fenomenológica para explicar la relación que tiene el oído con el material sonoro. Pero el concepto nodal a partir del cual se edifica una fenomenología del sonido es, sin duda, el de objeto sonoro.

Este escrito intenta explorar el concepto de objeto sonoro, a partir de una relectura de los escritos de Schaeffer, y a la luz de la influencia que la fenomenología de Husserl imprime en la formación de dicho concepto. Finalmente, trata de esbozar algunas preguntas que el análisis revela y que permiten impulsar, siguiendo la huella de Schaeffer y Husserl, un programa de nuevas investigaciones sobre la materia.

El marco fenomenológico en la construcción del concepto de objeto sonoro

Si bien la influencia de Husserl en Schaeffer puede parecer muy clara[1], quizá no es tan evidente la manera en que el enfoque fenomenológico preña la construcción del concepto de objeto sonoro. La búsqueda de Schaeffer, es la búsqueda de un músico que requiere crear categorías para describir la experiencia musical y el resultado de sus investigaciones musicales. Quizá podamos decir que el interés de Schaeffer no era tanto desarrollar una fenomenología del sonido, como crear un marco teórico y conceptual que permitiera entender y describir la experiencia musical misma.[2]

Por supuesto, la gran intuición del compositor francés fue comprender que la única manera de alcanzar ese objetivo era, justamente, desarrollar una descripción lo más pormenorizada posible de la experiencia musical entendiéndola como eso, como una experiencia.

Y precisamente no es otro el objetivo de una fenomenología: como ciencia de la experiencia, la fenomenología es la descripción pormenorizada de cómo se construye un fenómeno en la experiencia. La apuesta de Husserl –el padre de la fenomenología- consiste justamente en que el conocimiento es posible solamente dentro del marco de nuestra experiencia, y que sólo en ella el ser de las cosas nos puede ser mostrado y dado a la comprensión.

Dado que el sonido sólo se manifiesta ante nosotros en tanto que lo escuchamos, por tanto, una fenomenología del sonido es antes que nada, una fenomenología de la escucha, es decir, un análisis pormenorizado del ser del sonido en la escucha, y al mismo tiempo, del ser de la escucha mediante la cual se hace patente el ser de ese sonido. [3]

Se trata entonces de entender el sonido como un fenómeno. Decir “fenómeno” dentro de la jerga fenomenológica implica decir “un objeto dado para nuestra consciencia”, es decir, un objeto al que tenemos acceso mediante la experiencia y que gracias a ella existe y se construye.[4]

Bajo esta óptica, y a pesar de las variadas interpretaciones que la noción de objeto sonoro ha desatado, me parece que cuando Schaeffer habla de “objeto sonoro”, tendríamos que entender que se trata del objeto producido a partir de la actividad de un sujeto que entra en contacto con el sonido a través de la experiencia de escuchar. El objeto sonoro, ante todo, es el objeto experimentado, el objeto escuchado. [5]

En ese sentido, el territorio de existencia de un objeto sonoro es nuestro oído y por lo tanto, comprender cómo es un objeto sonoro implica necesariamente comprender cómo se construye en el proceso mismo de escuchar.

El objeto sonoro como producto de intenciones de escucha

Esta necesidad de comprender cómo se construye el objeto sonoro en nuestra percepción es el impulso que lleva a Schaeffer a hilvanar el asombroso y poderoso modelo de las Cuatro Intenciones de Escucha.[6]

Este esquema es bien conocido y, aunque complejo y digno de someterlo a diversos análisis, no es el tema que hoy nos ocupa. Sólo diré que por momentos Schaeffer no parecía querer identificar lo que el llamó “objeto sonoro” con el resultado audible de las cuatro categorías de escucha. Hay varios pasajes del Traité que parecen querer confinar el objeto sonoro a la exclusividad de la escucha reducida. Desde mi punto de vista, si la teoría de Schaeffer fuera coherente con el punto de vista fenomenológico, como a todas luces pretende, tendría que inferirse que la noción de objeto sonoro está a la base de cualquier intención de escucha, ya sea está condicionada o descondicionada. Por momentos el brillante pero complejo concepto de escucha reducida parace haber deslumbrado a Schaeffer de tal manera que no le permitió asumir la condición básica del objeto sonoro como un objeto perceptual antes que cualquier cosa. Desde esta perspectiva, lo que me interesa en esta reflexión es presentar, a partir de Schaeffer, espero sin alejarme de su sombra, la teoría del sonido objetivado en la escucha, tal como se infiere del análisis de Schaeffer, pero a la luz de las categorías fenomenológicas de Husserl. Esto nos permitirá, me parece, obtener un entendimiento más completo del proceso de formación del objeto sonoro en la consciencia, desde el punto de vista de la fenomenología.

Objeto sonoro: el sonido objetivado en la conciencia.

Para explicar el proceso mediante el cual se forma el sonido una vez que entra en contacto con la conciencia, es decir, la forma en que es objetivado por ésta, retomemos dos conceptos fundamentales para la filosofía de Husserl: Hyle y Morphé.[7]

Hyle son los datos sensibles que ofrece a nuestra percepción la manifestación de un sonido cualquiera, los datos que conforman la apariencia en bruto, como diría Schaeffer, del sonido, y gracias a los cuales -de manera no intencional[8]- podemos percatarnos de su existencia. Lo hilético es aquello que permite que el sonido sea escuchado, y por lo tanto, entendido por nuestra conciencia como sonido. Si aquello que se presenta no tiene cualidad para escucharse, no es sonido para la conciencia; así pues, esos elementos que hacen del sonido algo audible son el material hilético.

Lo que hace Husserl es distinguir este material hilético de la manera en que tales datos y materiales sensibles se animan en la conciencia. Dicho de otro modo, la manera en que tales elementos sensibles cobran forma en nuestra conciencia, mediante un proceso que la misma conciencia realiza –ahora sí de modo intencional- y que Husserl llama morphé. [9]

Ejemplifiquémoslo. Si golpeo esta mesa, inmediatamente mis sentidos captan el resultado de manera sonora, mis oídos son puestos a vibrar por esa resonancia en el aire que produce el contacto físico de mi mano con la madera y cuyo resultado en cierto ancho de frecuencia es que se emitan estas vibraciones y que yo pueda escucharlas. La presencia de este material hilético en mi oído me permite, de entrada, identificar que aquello que en este momento estoy alojando en mi conciencia es un sonido. Si pudiéramos relacionarlo con la tabla de las cuatro escuchas de Schaeffer diríamos que se trata del modo de escucha que él llama “oüir”, oír (to hear).

Ahora bien, cuando oigo el sonido del golpe, mi mente reacciona y comienza a realizar un rapidísimo proceso de búsqueda sobre la propia impresión para capturar la delimitación óntica de ese sonido, es decir, entender de qué sonido se trata, y asumir tales características para identificarlo en mi conciencia. Le doy forma a esa impresión sensible, buscando un objeto sonoro mental a qué referirlo en la conciencia. Schaeffer se percató de que normalmente esta identificación se pregunta, más que por el sonido mismo, por la fuente o causa que lo produce: “¿qué suena?” es lo que inmediatamente nos preguntamos. “Este tipo ha golpeado la mesa”, podríamos responder.

Como sabemos, a esta intención de escucha, la cual pregunta por la procedencia o fuente del sonido, Schaeffer la llama écouter, escuchar (to listen).[10] Aún cuando nos preguntemos por la causa del sonido, más que por el sonido mismo, decir “es un golpe en la mesa” y recrearlo en la conciencia es ya darle forma (morphé).

Esta dialéctica entre hyle y morphé puede parecer muy abstracta pero es muy fácil de ilustrar. Basta con que en este momento ustedes traten de recordar el sonido que produjo el golpe e intenten -como ya están haciendo- recrearlo en su memoria, en su conciencia. Este golpe que están ahora, silenciosamente escuchando, no es el hecho sonoro sino la imagen sonora que hicimos de él en nuestra conciencia. Y la forma que tiene en nuestra mente es el producto del trabajo y de la actividad (morphé) de nuestra consciencia para re-crearlo. Este sonido escuchado es exactamente el trazo, la huella del trabajo de la conciencia sobre el sonido que percibimos.[11]

Como genialmente Schaeffer se dió cuenta, esta primera formación del objeto sonoro en nuestra consciencia describe más bien elementos extra-sonoros, por ejemplo, nos remite al objeto físico –que no sonoro- que produjo el sonido. [12]

Pero para Schaeffer, los elementos extrasonoros no nos están reportando propiamente lo que el objeto sonoro es, en sí mismo, en su manifestación sonora fenoménica. El objeto sonoro no es el cuerpo físico que lo produce ni la vibración física que se propaga en el aire, sino la materia sonora que se hace patente a nuestro oído. Pero para entrar en contacto con esta materia sonora pura, es necesario, dirá Schaeffer, descondicionar el oído y alejarlo de la respuesta inmediata que es acudir a elementos no sonoros para comprender un sonido. Para ello recurre a la idea husserliana de reducción fenomenológica que nos invita a poner entre paréntesis, en suspenso, los elementos extrasonoros y a concentrarnos en la descripción de lo que, en la consciencia, el sonido es por sí mismo. Para Schaeffer, la escucha reducida es la puerta de entrada al objeto sonoro, independientemente de los significados extrasonoros que su manifestarse vehicula.[13]

El objeto sonoro noemático.

Es interesante descubrir que la escucha reducida de Schaeffer es equivalente a lo que Husserl llama, la noesis[14]. Se trata del proceso mediante el cual la conciencia se mueve dentro de la percepción sonora para tratar de aprehender la esencia del sonido que está objetivando. Este proceso se emparenta, como decíamos, con la escucha reducida de Schaeffer, o la intención o modo que el llamó “entendre”.

Mediante la noesis, la consciencia recorre la percepción sonora recibida para inferir en ella el mayor número de características posibles (las “percepciones cualificadas” de Schaeffer, que darán la morfología y tipología del objeto sonoro). A este objeto, que como producto de la noesis, obtiene la consciencia, Husserl le llama noema.

Creo que no resulta forzado afirmar que el noema de Husserl es lo que en Schaeffer se entiende como objeto sonoro propiamente hablando.

En obediencia a esta teoría, podemos decir que: el sonido bruto, entendido como material hilético, que se va animando gracias a las diferentes actividades mórficas que sobre él realiza la consciencia hasta capturarlo en sus cualidades más propias, es lo que podemos llamar con toda justicia Objeto Sonoro.

Por consecuencia, el objeto sonoro se forma, se objetiva, en el “diálogo” y movimiento que realizan en la conciencia las diferentes intenciones de escucha con respecto a un sonido dado.[15]

Algunos equívocos sobre el objeto sonoro

Para concluir esta primera aproximación, me gustaría detenerme en algunas polémicas que se han suscitado alrededor de la comprensión del concepto de objeto sonoro en Schaeffer.

1) ¿Es el objeto sonoro, exclusivamente el objeto producto de la escucha reducida?

Se ha querido ver en Schaeffer la tendencia a limitar el objeto sonoro al resultado que aporta el ejercicio de la escucha reducida, y donde aparentemente los contenidos abstractos y extrasonoros que acompañan un sonido no formarían parte del objeto sonoro como tal.

¿Se puede inferir esto siendo coherentes con el enfoque fenomenológico? (al menos el de Husserl?)

Yo respondería: sí y no.

Sí, porque gracias a la reducción fenomenológica, nos es posible comprender qué de aquello que escuchamos es materia sonora, propiamente sonido, y qué es significado, contexto, causalidad, es decir, información extra-sonora.

Pero debemos observar que el relacionar un sonido con la fuente que lo produce, comprenderlo como materia significante, hacer de él un índice de otra cosa, es también parte del proceso de animarlo en la conciencia y “objetivarlo”.

Objetivamos un sonido al ser conscientes de su presencia, al vincularlo con un objeto que no es el sonido pero sí su causa, al atribuirle significados, al impregnarlo de nuestras emociones; así como también lo objetivamos escuchándolo “desinteresadamente” y analizando su composición morfológica como materia específicamente sonora.

Así, desde el punto de vista de la fenomenología, tendría razón Michel Chion cuando apunta que el objeto sonoro es más que el objeto producido por la escucha reducida. Su propuesta de objeto-sonido, o más adecuada aún, de auditum[16], es coherente con el enfoque fenomenológico y podemos decir que se identifica cercanamente con el noema u objeto sonoro noemático que hemos planteado a partir de Husserl.

Habría que entender, finalmente, que cuando Schaeffer habla de objeto sonoro lo hace pensando, antes que en un fenómeno sonoro total para la consciencia, en un objeto musical[17], susceptible de entrar en relaciones de organización y montaje en el lenguaje de la música.

En tanto que Schaeffer pretende, y ese es uno de los grandes objetivos del Traité, acuñar una gramática que permita describir tipológica y morfológicamente cualquier objeto sonoro musical, es más conveniente (suitable)[18] reducir el objeto a las percepciones cualificadas (masa, calibre armónico, intensidad, decaimiento, iteración, etc.) que son propiamente materia sonora y por tanto material para la construcción musical.

Sin embargo, y si somos congruentes con el enfoque fenomenológico utilizado, habría que hacer una distinción entre objeto sonoro y objeto sonoro musical.[19]

Creo que tenemos que concluir que el objeto sonoro para la conciencia es pues, la sintesis de: la impresión sensible del material sonoro dado, más la forma en que lo animamos en nuestra mente, más las relaciones que nos permite ese sonido extender hacia regiones extrasonoras como pueden ser la causa, el signo, la referencia espacial, incluso la emoción que nos produce, el contexto cultural al que refiere, el recuerdo que tenemos de él, todo ello, más el ejercicio de aprehender sus características propias como sonido en sí mismo independientemente de cualquier información extrasonora que nos proporciona.

2) ¿El objeto sonoro es exclusivamente el objeto fijado en un soporte de grabación?

Siendo también estrictos con el enfoque fenomenológico tendríamos que decir que no. Es cierto que gracias a la grabación un sonido puede ser experimentado tantas veces como lo permita la reproducción y, gracias a ello, modelado y animado en nuestra consciencia de un modo más pleno y más rico.

Sin embargo, para la fenomenología, cualquier sonido que escuchamos y que permite activar las operaciones –intencionales y no intencionales- de la consciencia es ya un objeto sonoro, independientemente de que este objeto se “diluya” en el flujo del acontecer temporal y se vuelva efímero.

Como ya lo afirmaban el propio Schaeffer y Chion, la existencia de un sonido se limita al marco de audición temporal en que puede ser modelado en nuestra consciencia.[20]

Recordemos que para Husserl decir “objeto” es equivalente a decir objeto inacabado, objeto que depende de las condiciones de escucha particulares, de un aquí y ahora (y un fué) de la escucha en la que se produce y habita.

El objeto sonoro es un objeto temporal.

Es una pena que por razones de espacio no me pueda detener en este tema, pero me es imposible no mencionarlo al menos: el objeto sonoro, esencialmente, es un objeto temporal y por ende su existencia obedece a las leyes de percepción del tiempo en la consciencia.

En otro trabajo, me dedicaré a describir cómo, siguiendo a Husserl, podemos concluir que un objeto sonoro no existe más que a través del flujo de la consciencia que se presenta en una sucesión de impresiones, retenciones y protensiones[21]. Que la esencia del objeto sonoro, su noema, se forma en una dimensión “paralela” a la realidad de su acontecer en el tiempo gracias a un proceso de la consciencia que Husserl llama encubrimiento.

El objeto sonoro es un objeto cuyo ser es simultáneo a su desaparecer y, por lo tanto, el territorio en que propiamente existe es el de la memoria, el del recuerdo.

Tampoco puedo evitar apuntar muy brevemente, que la reflexión de Schaeffer sobre el objeto sonoro nos transporta inexorablemente al sujeto.

Si el objeto sonoro es construido en el sujeto, entonces también el sujeto se construye gracias al objeto sonoro (no hay objeto sin sujeto ni sujeto sin objeto).

Para que el ser del objeto sonoro se done, se muestre en plenitud, es menester ampliar y desarrollar la consciencia perceptual e imaginativa del sujeto.

Al final, la búsqueda –artística o no- del objeto sonoro, nos traslada a una búsqueda del sujeto, a una búsqueda de nosotros mismos que nos permite encontrarnos, quizá, en el espejo del objeto que es buscado…

Para concluir, me gustaría decir, a manera de homenaje, que el pensamiento de Schaeffer es, como el objeto sonoro, un objeto inacabado, pleno de resonancias, y que sigue exigiendo de nosotros una atenta –y reducida- escucha. Confío en que sus palabras, sonando de nuevo en nuestras palabras, lo sigan animando en nuestra consciencia durante mucho tiempo más.



[1] No es tan obvia cuando comparamos los resultados y la evolución del programa schafferiano con la arquitectura propia de la fenomenología husserliana. El propio Schaeffer reconoce que su encuentro con Husserl fue posterior y prácticamente insconciente o espontáneo: “Durante años hemos hecho frecuentemente fenomenología sin saberlo… Fue solamente más tarde que reconocimos, ceñida por E. Husserl con una exigencia heróica de precisión que estamos lejos de pretender, una concepción del objeto que postulaba nuestra investigación.” (Pierre Schaeffer, 1966: 262), nuestra traducción del francés.)

[2] Es posible sostener, hasta cierto punto, la aseveración de Sophie Brunet en su comentario al Postfacio del Traité: “La investigación (recherche) musical no es la filosofía…No se trata solamente del objeto sonoro tal como él mismo se dona a la escucha, sino de música, y de una música en proceso de hacerse.” (Pierre Schaeffer, 2002: 267)

[3] Es por ello que el propio Schaeffer definió su Tratado de los Objetos Musicales como un Tratado de la Escucha: “Así, el Tratado de los Objetos Musicales es de entrada, un Tratado de la Escucha… el objeto implica el sujeto, es la actividad del sujeto confrontada a todo objeto lo que funda lo musical.” (Pierre Schaeffer, 2002: 283)

[4] No sólo en Husserl sino ya desde Kant, el concepto de fenómeno implica no sólo la cosa percibida sino el cuerpo y la conciencia que la percibe. El fenómeno es justo el punto de confluencia entre un objeto percibido y un sujeto que lo percibe. No es nunca la cosa en sí misma, sino la cosa para nosotros.

[5] Conocer la cosa implica describir pormenorizadamente el territorio en que ella se nos manifiesta. Este territorio, lo fenómenico, es propiamente la experiencia de interacción que tenemos con ella: la cosa como tal, más el espacio, más el tiempo, más la circunstacia objetiva y subjetiva en la que se da a la apariencia. Es decir, la cosa, más el espacio, más nosotros que la percibimos. (Cf. Pierre Schaffer, 1966: livre IV)

[6] (Cf. Pierre Schaffer, 1966: 112-128)

[7] Husserl los utiliza en griego para recuperar su sentido originario: Hyle se puede traducir en primea instancia como materia y Morphé como forma. (José Ferrater Mora, 1979).

[8] Husserl asume que el trabajo perceptual de la consciencia es “intencional”, tal como lo propuso su maestro Franz Brentano, de quien Husserl y el propio Schaeffer retoman la noción, esto es, que toda consciencia es consciencia de algo y que hay una intención que fija un actividad de la consciencia hacia el objeto. Sin embargo, Husserl propone también que hay ingredientes no intencionales de la consciencia, mediante los cuales la consciencia –sin una intención alguna- se hace del contacto con el objeto. (Cf. Edmund Husserl, (1985) § 36)

[9] Para la interesante y compleja dialéctica hyle/morphé Cf. Husserl, (1985), Jacques Derrida, (1966)

[10] Posteriormente Michel Chion ha llamado a este modo, escucha causal. La escucha causal determina el ser del sonido como la causa que lo produce. Generalmente es una escucha transitiva que rapidamente viaja del sonido mismo al ente o proceso en el mundo que lo produce, haciendo del sonido un índex de un acontecer extra sonoro. Michel Chion (1993), p.33

[11] En otro texto de próxima aparición, señalo las características temporales de esta actividad en relación a las impresiones primarias y secundarias del Husserl de las Lecciones de fenomenología sobre la conciencia interna del tiempo.

[12] Cf. Pierre Schaeffer, (1966): 268-270, 674-678

[13] Cf. Pierre Schaeffer, (1966): 270-274

[14] Noesis es también un término griego que puede traducirse como: “ver discerniendo“ –a diferencia del mero “ver“–, y, de ahí, “pensar“. Entre los filósofos griegos fue común usarlo para designar un “ver inteligible“ o “ver pensante“, que es al mismo tiempo un “intuir“”. Ferrater Mora,1969, II: 291-292.

[15] L’objet, est lui, dans ma tête” (El objeto, es/está, él mismo, dentro de mi cabeza) Pierre Schaeffer, (1966): 679

[16] “El auditum es el sonido en tanto que sonido percibido, sin confusión posible con la fuente real (o el complejo causal que es su fuente), ni con los fenómenos vibratorios que estudia la disciplina acústica. A diferencia del objeto sonoro de Schaeffer, el auditum es objeto de todas las escuchas –reducida, causal, figurativa, semántica…” Michel Chion (1998): 341.

[17] No debe olvidarse que el título del Traité fue cambiado por Schaeffer de Tratado de los Objetos Sonoros a Tratado de los Objetos Musicales. cf. Sophie Brunet, en Pierre Schaeffer, 2002: 265

[18] Y recordemos la importancia del concepto de “conveniencia” (convenable) para Schaeffer. (Cf. Schaeffer 1966: 669-672)

[19] De hecho se puede aducir, leyendo al propio Schaeffer, que el objetivo de su Traité tenía más que ver con la organización musical del sonido que con la descripción del objeto sonoro. El propio Schaeffer reconoce que la balanza le quedó inclinada hacia el lado del objeto, descuidando, por la propia magnitud de la tarea, un tratado de las organizaciones musicales. Cf. Schaeffer 1966: 663 (De aquí se desprende otro tema bonito de estudio que es el de la relación entre objeto y estructura, que aquí no revisaremos).

[20] Cf. Michel Chion, 1998: 304

[21] Edmund Husserl, Lecciones, 2002.

6 comentarios:

  1. Hola Francisco,

    he disfrutado muchisimo tu escrito! Estoy seguro de que enriquecerá la forma como vivo el sonido; pensar y formar en mi mente objetos sonoros me permitirá abordar desde una nueva perspectiva la creación de sonido cinematográfico. Muchas gracias por compartir esto!

    www.amdsonido.com

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  2. Hola Andrés, muchas gracias por tus palabras. Es hasta ahora que las leo! Me alegra que te sea útil. Ciertamente la comprensión del objeto sonoro es primordial para entenderlo en las relaciones que teje con lo visual y cómo se afectan mutuamente. Te sugiero si es que no lo conoces, el texto "La Audiovisión" de Michel Chion, autor heredero del pensamiento de Schaeffer y también "El cinematógrafo" de Robert Bresson, gran cineasta y pensador de las relaciones entre imagen y sonido. Con mucho gusto estamos en contacto

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  3. Estimado Tito,
    Estos temas me son fascinantes, aunque nunca he podido entrar en profundidad. Particularmente me interesó una frase que manejas casi al final de tu ensayo y que me gustaría me pudieras orientar sobre ello, algún autor en particular...
    Dice: Para que el ser del objeto sonoro se done, se muestre en plenitud, es menester ampliar y desarrollar la consciencia perceptual e imaginativa del sujeto.
    Ojalá y podamos comentarlo y me ayudes a enfocar mi búsqueda en esa situación que describes. Saludos. Rafa Sámano

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  4. genial Tito. lo que mas me gusta es que finalmente el objeto sonoro no es un no objeto, sino una experiencia de escucha y en efecto casi solo así, a la luz de Husserl la logras explicar lucidamente.slds pilar

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  6. fe de erratas: quise decir que lo que lucidamente explicas de.....el objeto sonoro no es un objeto... gracias

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